Perdición
El Señor negro, la Mano negra, el Señor de la oscuridad

Deidad mayor
Símbolo: rayos verdes escurriéndose de un puño con un guantelete negro
Plano natal: Eriales de ruina y desesperación
Alineamiento: legal maligno
Ámbito: conflictos, odios, tiranía, miedo
Adoradores: conquistadores, guerreros y monjes malvados, tiranos, magos
Alineamiento de los clérigos: LN, LM, NM
Dominios: Destrucción, Ley, Mal, Odio, Tiranía

Las retorcidas salas del alcázar Zhentil resuenan con invocaciones malignas salmodiadas en sombríos templos a través de todo Faerûn. Perdición, el señor de la Oscuridad, ha conquistado su propia muerte, regresando al mundo para llevar oscuras inspiraciones a miles de intrigas, para fomentar el miedo y el odio en las tierras civilizadas y para reafirmar a los mortales comunes que la tiranía, aunque puede sufrir alguna derrota ocasional, nunca morirá.

Aunque Perdición trascendió la mortalidad hace siglos, su objetivo principal sigue siendo uno notablemente humano: lo único que realmente desea es la total dominación de Faerûn. Cuando sus sirvientes se sienten en el trono de todas las tierras, cuando los plebeyos sirvan a sus amos con miedo de sus vidas y cuando el altruismo y la esperanza sean borrados de la faz de la tierra, Perdición descansará. No obstante, hasta ese oscuro día, la Mano negra tiene por delante una eternidad para pergeñar planes dementes y viles intrigas. Finalmente gobernará todo Faerûn, pero no hay prisa. Llegar a lograrlo será la mitad de la diversión.

Perdición prefiere mantenerse en las sombras, permitiendo que sus sirvientes lleven a cabo sus intrincados planes. En las raras ocasiones en las que aparece toma la forma de una sombría figura humanoide, a veces con el pecho descubierto y otras con una armadura oscura y una elegante capa negra veteada de rojo. Su mano derecha siempre protegida por un guantelete enjoyado, es la única arma que necesita para despachar a los pocos enemigos suficientemente valientes (o locos) como para atacarle. No tolera el fracaso, y pocas veces se lo piensa dos veces antes de someter incluso a un sirviente leal a rigurosas torturas para asegurar la completa obediencia a su reglamentada y exigente doctrina. Aunque es poseído por un odio sin piedad cuando se le provoca, Perdición es lento en estallar, existiendo en un perpetuo estado de furia controlada.

La tiranía de Perdición es conocida en todo el continente, y es la imagen con la que se representa más frecuentemente el rostro del mal. Cuando por todo Faerûn llegaron noticias de la destrucción de Perdición durante la era de los Trastornos, al menos veintisiete naciones declararon fiestas nacionales de celebración y acción de gracias. El hombre común ve a los clérigos de Perdición como mezquinos aspirantes a dictador que no tienen miedo de utilizar tácticas inmorales y violencia inimaginable para extender su influencia y planes de actuación. Los aventureros ven al clero como intrusos constantes y agentes enemigos de una filosofía estricta y malvada que se alía con monstruos, diablos y humanoides salvajes para avanzar en sus retorcidos objetivos. Sin embargo, los nobles astutos son los que se comienzan a perfilar como la verdadera amenaza, ya que algunos de ellos estudian rendir homenaje al Señor negro para obtener mediante malicia y subterfugios lo que los soldados no pueden conquistar por la fuerza.

Los clérigos de Perdición rezan para sus conjuros a medianoche. Su religión no reconoce fiestas sagradas oficiales, aunque los sirvientes dan gracias a la Mano negra antes y después de las batallas de relevancia o antes de un acto de subterfugio especialmente importante. Los clérigos ancianos a veces declaran días sagrados sin previo aviso, normalmente diciendo actuar por inspiración divina que obtuvieron en sueños. Los ritos incluyen la música de tambores, la salmodia y el sacrificio de seres inteligentes, normalmente sobre un altar debasalto negro u obsidiana. En los últimos tiempos los clérigos de Cyric se han convertido en un sacrificio predilecto, aunque antiguos favoritos como paladines, unicornios, niños y celestiales siguen siendo populares entre los tradicionalistas. Los clérigos de Perdición normalmente adoptan clases múltiples como guerreros, monjes, guardias negros o amos del terror. Aquellos asociados al Culto de dragón a veces adoptan clases múltiples como ataviados de púrpura.

Historia/Relaciones: incluso cuando era humano, Perdición deseaba por encima de cualquier otra cosa convertirse en el tirano más temido y respetado que el mundo hubiese conocido nunca. No obstante, lograr esto requeriría una cantidad de poder arcano mayor que la que normalmente es concedida a los mortales. Por ello el déspota calculador unió fuerzas con los humanos Baal y Myrkul, que tenían los mismos objetivos, en un pacto de asistencia mutua que terminaría con la apoteosis del trío completo. Los tres villanos tuvieron aventuras a lo largo y ancho de Faerûn, derrotaron a incontables enemigos, mataron a uno de los Siete dioses perdidos y viajaron a través de los planos Inferiores antes de alcanzar su meta. Se beneficiaron de la generosidad (o, según algunos sugieren, de la indiferencia) de Yérgal, que se había cansado de su papel como patrón de los conflictos, la muerte y los muertos. Cada uno obtuvo un tercio del ámbito de poder de Yérgal y dominio de su área de influencia durante siglos.

Sin embargo, incluso el control completo sobre los conflictos no era suficiente para Perdición, por lo que su deseo de supremacía le llevó en 1358 CV a unirse de nuevo con Myrkul. La pareja robó las Tablas del destino, escritas por el señor Ao para determinar los papeles de las deidades en Toril. Esto precipitó la calamitosa era de los Trastornos, en la cual Torm el leal dio muerte a Perdición en una furiosa batalla en el puerto de Tantras. Parecía que la ambición sin freno del Señor negro le había conducido a su destrucción. La iglesia de Perdición se fragmentó con la mayoría de los fieles desertando hacia el clero de Cyric, que había heredado el ámbito de poder de Perdición, y hacia Iyakhtu Xvim, la progenie de Perdición y de una poderosa demonia. Los agentes del bien y la libertad respiraron con más tranquilidad esos días, sabiendo que Toril se había librado de quizás su mayor amenaza.

Aquellos que bajaron la guardia, no obstante, lo habían hecho demasiado irreflexivamente y demasiado pronto. En la noche de Hibernal de 1372, Xvim estalló en una deflagración de diabólica luz verde. De la cáscara chamuscada de sus restos emergió un nuevamente revigorizado Perdición, cubierta su mano derecha de fuego verde. Xvim, al parecer, había sido poco más que una crisálida inteligente, un escudo en el que crecía una larva devoradora que podía, con el tiempo, convertirse en Perdición. En días, el clero xvimlarita se había convertido a la adoración de Perdición, y un gran mal de nuevo lanzó su mirada calculadora sobre las tierras de Faerûn.

Perdición odia virtualmente a todo el panteón faerûnio, pero tiene especial antipatía a Torm, Cyric, Mystra, Tempus, Yelmo, Lazhánder, Oghma e Ilmáter, en ese orden. Ha establecido una relación de trabajo con Loviatar, Máscara y Talona, pero como estas deidades le temen con desesperación, las alianzas no son fuertes.

Dogma: no sirvas a otro salvo a Perdición. Témele siempre y haz que los demás le teman incluso más de lo que lo temes tú. La Mano negra siempre acaba aplastando a aquellos que se oponen a él. Desafía a Perdición y muere, o encuentra en la muerte la lealtad hacia él, ya que puede obligarte a hacerlo. Sométete a la palabra de Perdición tal y como es pronunciada por su jerarquía clerical, ya que el verdadero poder sólo puede obtenerse sirviéndole. Extiende el terror oscuro de Perdición. Es la condena de aquellos que no le siguen y dejan que el pdoer se escape de sus manos. Aquellos que se cruzan con la Mano negra encuentran su destrucción antes y más severamente que aquellos que adoran a otras deidades.

Clero y templos: Perdición ordena que sus clérigos y seguidores alcancen posiciones de poder dentro de la sociedad, sea mediante la fuerza o la astucia, y que utilicen ese poder para hacer progresar la causa del odio, el miedo, la destrucción y los conflictos. La Mano negra prefiere sobre todo que sus clérigos socaven los gobiernos y lleven a cabo sus actividades bajo la cobertura de las fuerzas de la ley, pero tolera una cantidad limitada de discordia y libertinaje. La tortura, las palizas y el asesinato calculado frecuentemente entran en juego en este tipo de operaciones, y es realmente raro el iniciado del señor de la Oscuridad que no posee al menos habilidades rudimentarias en estos asuntos. La iglesia opera bajo una estricta jerarquía: poner en cuestión o desobedecer las órdenes de un superior es un insulto a la supremacía de Perdición, y es castigado con la tortura, la desfiguración o la muerte.

Los templos de Perdición tienden a reflejar las rígidas doctrinas de su clero. Estructuras altas de roca y de bordes afilados forman torres adornadas con largas púas y estrechas ventanas, por lo que la mayoría de las iglesias de los perdidos recuerdan a la arquitectura de las plazas fortificadas o a pequeños castillos. Estrechos pasajes interiores llevan de un austero vestíbulo a cámaras comunes con estilo de barracón donde descansan los glérigos, cada una de ellas decorada escasamente con tapices que presentan el símbolo de Perdición o que están bordados con pasajes de importantes textos religiosos. Los templos frecuentemente incluyen un patio descubierto central utilizado para la instrucción militar y para ceremonias al aire libre, así como una capilla más tradicional que puede albergar a la congregación al completo. La mayoría de las iglesias presentan extensos dungeons subterráneos repletos de cámaras de tortura, pozos para víctimas a las que no se alimenta y corrales de monstruos.

Antes de la era de los Trastornos, la iglesia de Perdición estaba enfrentada por conflictos internos, dividida entre la secta Ortodoxa (dirigida principalmente por clérigos) y la iglesia Transformada (dominada por magos). El propio Perdición alentaba estas luchas, apreciando el valor de la disensión, incluso cuando se aplicaba a sus propios sirvientes. No obstante, su aletargamiento parece haber aclarado su mente en esta materia, ya que él actuó personalmente para erradicar estas divisiones, incluso llegando a nombrar a Fzoul Khembryl, el gobernante del alcázar Zhentil, como su personal Tirano elegido e infalible representante mortal. Los antes divididos han hecho causa común en sangrientos pogromos contra aquellos clérigos que se volvieron hacia Cyric tras la “muerte” de Perdición y que no han vuelto al redil; su cooperación cada vez mayor sólo puede traer malas noticias para el resto de Faerûn.