Trasfondo:
Como primera línea de defensa en tiempos de crisis, aquellos Vástagos
que poseen la posición de Arconte suelen tener una reputación
de crueldad y falta de misericordia. Y, entre los que están actualmente
en activo, pocos inspiran tanto temor en sus enemigos como Theo Bell,
hijo del poderoso Don Cerro. En su posición se ha ganado los elogios
del Círculo Interior no menos de siete veces, un hecho sin duda
sin precedentes en toda la historia de la secta. Incluso las manadas de
guerra andan con cuidado cuando él está cerca y los anarquistas
de multitud de ciudades maldicen el nombre de "Killa-B".
Es irónico, pues, que este demonio vengador provenga de orígenes
tan humildes y que el más importante carcelero de la Camarilla
haya tenido una íntima relación con las cadenas. Nacido
en una familia de esclavos, durante el preludio de la Guerra de Secesión
Americana, en una plantación en el naciente Estado de Misisipí,
el joven Theofilus (debido a su condición no poseía apellido)
trabajó con su padre, madre y sus muchos hermanos en los campos
de algodón. Aunque el trabajo era penoso y el capataz brutal, tuvo
una infancia que se podría llamar feliz teniendo en cuenta las
circunstancias. Su padre, en particular, que era un hombre amable y enorme,
cuya risa era como un trueno distante, veló para que así
fuera y que las tardes en su pequeña choza fuesen pacíficas
y proporcionasen todas las amenidades posibles.
Aun así, fue un golpe cruel para el chico cuando, poco después
de su decimoquinto cumpleaños, la familia fue separada. La mayoría
del clan, incluido su padre, permaneció con el amo original mientras
que los demás, incluyendo a Theo y su madre, fueron vendidos a
la lejana plantación Bell. Era un chaval fuerte para su edad y
fue un hombre muy crecido el que tuvo que arrancarle de las piernas de
su padre. Esa fue piensa él mismo, la última vez que lloró
y la primera de su progenitor: esa imagen teñida de lágrimas
es el último recuerdo que le queda de él.
Su madre era aún una mujer atractiva a pesar de sus muchos embarazos,
y sus hermanas crecieron bellas y altas; por lo que no pasaron desapercibidas
para el Amo Bell, que bajaba algunas noches a los cuartos de los esclavos
para "mejorar la línea familiar añadiendo un poco de
sangre blanca" en el interior de todas las parientes femeninas del
chico como pudo. La separación de su amado padre y la impotencia
frente a la violación impune de su familia mataron algo en el interior
del muchacho. Creció fuerte y alto, ganando rápidamente
la potencia de su padre y su imponente planta, pero nunca su sonrisa.
Una hosca mano de campo que probó en muchas ocasiones el látigo
del capataz, mientras sus dedos se retorcían sobre el mango de
su pala como si estuviera estrangulando al Amo Bell en sueños.
Sin embargo tenía sueños mayores que el asesinato y, cuando
murió su madre de una enfermedad que él pensaba culpa del
Amo, intentó cumplirlos. Sus hermanas habían sido "domesticadas"
para que fueran dóciles esclavas caseras; lo sentía por
ellas, pero no impedirían nada. "Siendo la calabaza del beber"
del Gran Cucharón, se escapó de la plantación durante
la noche, golpeando al capataz que intentó detenerle y huyó
hacia el norte.
El viaje fue largo y peligroso, pero Theo era lo suficientemente hábil
y fuerte para estrangular, con una sola mano, a los sangrientos sabuesos
que enviaron en su busca. Algunos meses más tarde, se encontró
en Ohio como miembro del Ferrocarril Subterráneo (Nota
de Jurgen: El Ferrocarril Subterráneo era una organización
que facilitaba la liberación o huida de esclavos de los estados
esclavistas del sur). Durante la mayoría de los años
que siguieron realizó muchos viajes a lo profundo del sur para
rescatar a aquellos esclavos que creían que merecían la
pena. Y varios carteles trompeteaban una recompensa por la captura o muerte
del renegado.
Nunca encontró a su padre pero, por otro lado, tuvo mucho éxito
en sus empresas y la recompensa por su captura creció a medida
que lo hacía su entusiasmo. Una noche, echado y jadeando sobre
el suelo de un bosque de pinos, herido y enfrentándose a la captura
después de una misión fracasada. Mientras los aullidos de
los perros retumbaban en la distancia, se agachó a beber de un
manantial y, cuando alzó la vista había un hombre mirándole
a unos pocos metros de él. Observando que el extraño era
blanco, y obviamente estaba calmado, Theo hizo un intento desesperado
de arremeter contra él. Para su desmayo, el hombre evitó
el empellón y lo cogió, manteniéndolo en suspensión
con una presa imposible de romper.
Manteniendo inmóvil al chico, el extraño le rogó
que se mantuviera calmado: le dijo que no era uno de sus cazadores que
no estaba allí para esclavizarle de nuevo ("al menos no a
un Amo que puedas conocer", añadió). Su nombre, dijo,
era Don Cerro y había estado observando los movimientos de Theo
durante años: le había impresionado como hombre y, ahora,
quería hacer de él algo más.
Theo sintió la helada piel del extraño contra la suya y
viejas historias que contaban los esclavos atravesaron su cerebro como
garras congeladas, pero se dispersaron ante la imagen del violador de
su familia roto y doblado ante sus manos. Se relajó y Cerro sonrió,
el trato estaba hecho; Theo puso como única condición que
se le permitiera volver a la plantación Bell.
Así fue como Theo abandonó el sol y aprendió sobre
los regalos de su raza, y de su gran sed también. Fue esa sed la
que le condujo inexorablemente a la Mansión Bell con una gran excitación
y un enorme látigo de serpiente negra enroscándose en su
mano. De pié ante la cama donde el gordo y viejo Amo restalló
sobre él el látigo una y otra vez, una y otra vez, con mayor
fuerza de la que ningún mortal podría ejercer, pero para
él sólo existían los gritos de Bell, y sus ojos saltones,
y un presionar en el cráneo de Theo que reía alto, más
alto y...
Todo a su alrededor era rojo y se dio cuenta de que la mansión
del señor estaba en llamas y que estaba en unas ruinas que una
vez fue los cuartos de los esclavos. Cuerpos, blancos y, en su mayoría
negros, yacían por el suelo con los miembros contraídos
como sauces contorsionados por la tormenta. Reconoció rostros familiares,
incluyendo el de su hermano pequeño y tres de sus hermanas, entre
los cadáveres. Cayó de rodillas, pero estaba muerto y no
podía llorar. Pero, mientras huía del lugar, decidió
que tomaría el apellido de su repugnante antiguo amo para recordarle
que, aunque ahora que tenía el poder del capataz, el yugo del esclavo
ardería para siempre en su muerto corazón.
Durante los años siguientes y en la Guerra Civil, Don Cerro le
llevó consigo para educarle, instruyendo al nuevo Theo Bell en
letras, historia y filosofía, además de en las materias
de los Vástagos. Demostró ser un apto pupilo (la personificación
del Guerrero-Estudioso que el viejo Idealista quería) pero, adicionalmente,
afilaron sus regalos de Estirpe hacia misiones emancipadoras y, más
tarde, pillajes en los almacenes de la Confederación, todo en un
vano intento de borrar que había asesinado a su familia.
Después de que la guerra terminase, sire y chiquillo se embarcaron
en un viaje por Europa durante el cual todo un nuevo mundo nocturno se
abrió ante los ojos del cachorro. Los príncipes y la primogenitura,
por su parte, disfrutaron patrocinando los comentarios ante la idea de
la "Progenie de color de Cerro" ya que pocos Vástagos
de color habían existido hasta entonces en la Camarilla que todavía
siguieran activos en la política, y sólo uno procedía
de la población esclava del Nuevo Mundo. Aún así
Bell era un prodigio. Las arpías preocupadas por la Posición
se peleaban entre ellas para invitar al taciturno Brujah a concubinatos
para probar su sangre ("¿Es cierto lo que dicen de la vitae
de negro?"). Bell, por su parte, pronto se encontró disgustado
con la decadencia y insipidez del os Elíseos europeos: demasiado
parecidos a fiestas indolentes del amo Bell; pero se sumergió en
la cultura y las modas de los mortales que le rodeaban. La relación
con su sire se estrechó (tanto como la de un padre y un hijo) y,
mientras el sire se alzaba en los rangos de la secta, el chiquillo era
transportado involuntariamente con él, soportando ardientes responsabilidades
en beneficio de su creador.
El siglo XX fue tan turbulento para la Estirpe como lo fue para el Ganado.
De nuevo en América, Bell desfallecía ante el fracaso de
la Reconstrucción mientras sus preocupaciones mortales se hacían
cada vez más distantes. En el Harlem de la época del Jazz
se encontró junto a su estirpe mortal en el centro de una fuerte
marea sabbat; además, realizaba viajes frecuentes a sus viejas
moradas sureñas, haciendo lo que podía por librarse de Jim
Crow. En la década de los 50, considerándole un peón
útil para infiltrarse en los círculos de los derechos civiles
y enfrentarse a los anarquistas en su propio terreno, el Círculo
Interior promocionó a Don Cerro como Justicar, sabiendo que Bell
se convertiría en Arconte. Theo, por su parte, se daba perfecta
cuanta y no aceptaba la política que subyacía bajo este
nombramiento y, además, había desarrollado una cierta simpatía
por los anarquistas. Sin embargo, sus sentimientos no fueron un impedimento
para llevar a cabo sus labores hasta el final y, en la década de
los 90, era el más respetado y temido Arconte de los Estados Unidos.
Tal era su renombre que el nuevo Justicar, Jaroslav Pascek, le mantuvo
en el puesto incluso a pesar del desprecio que existe entre los dos vampiros.
En las noches presentes, Theo Bell bien puede ser una de las piedras angulares
de la asediada Camarilla. Ha viajado mucho más que la mayoría
de los Vástagos; incluso los hombres lobo le ofrecen poca pausa,
y conoce la mayoría de las ciudades de América del Norte
y muchas de Europa. A lo largo de los años ha estado intentando
rastrear a todos los miembros de su estirpe e, incluso, ha llegado a intervenir
en algún momento en su beneficio. Debido a esto, tiene más
contacto con el mundo del día que muchos de los vampiros de su
edad, una habilidad que le sirve bien en sus tareas. El Círculo
Interior piensa que el conocimiento de Bell Sobre Nueva York, particularmente
la zona de Harlem y Washington Heights, puede resultar vital en arrebatar
Manhattan de las manos del Sabbat.
Imagen: alto, oscuro, apuesto... Su figura es atractiva aunque
prohibitiva. Sobre su espalda y sus hombros hay cicatrices, testimonios
del látigo del capataz, que son los únicos recuerdos de
su vida de esclavo. Generalmente lleva un corto mostacho y, a veces, algo
de barba. Se viste correctamente en períodos de paz y eficientemente
en la batalla: una gorra de los Yankees de Nueva York, gafas de espejo
al estilo de los policías y una recortada con cartuchos Dragonsbreath
(Nota de Jurgen: daño agravado) son
su marca de fábrica. Los anarquistas y los Sabbat conocen esta
forma de vestir y la temen. Como irónica burla de su estado no-muerto,
en ocasiones se coloca una tira de Breath-Ripe (Nota
de Jurgen: sirve para respirar mejor y prolongar de esta forma el esfuerzo
físico, algo totalmente inútil para un vampiro) sobre
su nariz, especialmente cuando se embarca en una misión de guerra.
Sugerencias de interpretación: en la superficie eres una
figura de autoridad estoica, sin emociones, eficientemente educado con
todos y sin confianza con nadie. Esto es, por supuesto, una máscara
que cubre la indecisión que te persigue cada noche. Observas cómo
los Amos de la Camarilla administran su plantación mortal, restallando
el látigo del gobierno y los medios informativos para hacer que
el ganado haga su voluntad y esa visión te llena de furia. Aunque
no puedes unirte a los caprichosos y cortos de miras anarquistas y has
visto al Sabbat desde una posición demasiado cercana para ver que
no hay ningún ideal romántico en su agenda y tampoco puedes
hacerte autarca sin traer la vergüenza sobre el único padre
has tenido, ya que Cerro te proporcionó una vía de escape
de tu estado indefenso y por eso estás atado a él para el
resto de tu no-vida. Quizá entonces, a pesar de todo tu poder y
edad, aún sigues siendo un esclavo y así será para
siempre. Siendo ese el caos, recapacitas, deberías ser un "buen
esclavo" por ahora hasta que decidas liberarte de una ver por todas.
Clan:
Brujah
Sire: Don Cerro
Naturaleza: rebelde
Conducta: juez
Generación: 9ª
Abrazo: 1.857
Edad Aparente: principios de la treintena
Atributos Físicos: Fuerza 5, Destreza 5, Resistencia 5
Atributos Sociales: Carisma 4, Manipulación 4, Apariencia
4
Atributos Mentales: Percepción 4, Inteligencia 4, Astucia
5
Talentos: Alerta 5, Callejeo 4, Esquivar 5, Empatía 1, Expresión
2, Intimidación 5, Liderazgo 4, Pelea 5.
Técnicas: Armas C.C. 5, Armas de Fuego (escopetas correderas)
5, Conducir 3, Demoliciones 3 Etiqueta 3, Interpretar 2, Pericias (mecánica)
1, Sigilo 5, Supervivencia 4.
Conocimientos: Academicismo 2, Ciencia 1, Finanzas 1, Investigación
4, Leyes 3, Lingüística 2, Ocultismo 3, Política 3.
Disciplinas: Auspex 2, Celeridad 4, Dominación 3, Fortaleza
2, Ofuscación 2, Potencia 4, Presencia 4.
Trasfondos: Aliados 5 (familia mortal), Contactos 5, Mentor 4,
Posición 4, Recursos 3.
Virtudes: Conciencia 3, Autocontrol 5, Coraje 5.
Moralidad: Humanidad, 6
Fuerza de Voluntad: 10
Trastornos Mentales: Berserker
Nota de Jurgen: Como podéis ver es un tipo
duro en combate, pero tener solo dos puntos de Fortaleza le pueden traer
problemas ante rivales de su talla... En noviembre del 99 participó
activamente en la Reconquista de Nueva York. También fue un participante
activo en los planes de evacuación de Baltimore, junto con el ventrue
Jan Pieterzoon, al que salvo la no-vida. Tuvo un papel importante en la
destrucción del falso ventrue y antiguo príncipe de Washington,
Marcus Vitel. Siendo él el que lo debilitó al principio
con su escopeta (daño agravado por la munición) y el cuando
todo parecía perdido para él y sus ya derrotados aliados
en la emboscada a Vitel, le dio el golpe de gracia de Vitel con la espada
de Cristoff. Asimismo, en la batalla por Nueva York, fue un participante
destacado, llegando incluso a participar en la pelea contra el ser llamado
Leopold, y aunque vencido por él el tiempo que consiguió
fue importante. En estos momentos está en Nueva York.
Cortesía
de Jurgen Heindall
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